¿Será el deseo de compartir la vida, de tener algo mucho más estable, de cuidar algo tan valioso como el vivir con alguien, no un síntoma de que se ha llegado al nivel, sino más bien que después de tanta y tanta diversión, le hemos perdido el gusto a la aventura y más bien tenemos el síndrome de quién se cae del caballo y nos morimos del miedo y más bien queremos asegurarnos de que ya no nos volvermos a lastimar?
Si es así, QUÉ TRISTE E IGNORANTE CASO!
martes, 14 de agosto de 2007
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